SEÑALES DE HUMO

Las cenizas, ese polvo de color gris claro que queda después de una combustión completa, y que está compuesto, por lo general, por sales alcalinas y térreas, sílice y óxidos metálicos, suele representar la garantía de que algo que antes era, ya ha dejado de ser. Lo que antes se llevaba el viento, ahora se ha convertido en una nueva modalidad de perpetuación post mortem. Una empresa suiza ha patentado la fórmula para sintetizar en diamantes el carbono sustraído de las cenizas de los muertos, a través de un proceso de grafitización que implica su sometimiento a altas temperaturas y presiones. Resumiendo, que si cuando te incineran te queman, para convertirte en un diamante te queman también, pero de cojones. ¿Recuerdan aquel eslogan de “un diamante es para toda la vida”? Pues ahora, un diamante también va a ser para toda la muerte. La broma te sale entre 3.700 euros y 15.000 euros, dependiendo del tamaño en el que quieras ser engastado en una joya, lo cual demuestra que también una vez la has palmado, el tamaño, digan lo que digan, sí importa. También te pueden entregar en un estuche y si lo deseas con un certificado adjunto del Instituto Gemológico de Suiza o, ya puestos, como sorpresa de un roscón de reyes. Eso sí, te ofrecen la posibilidad de financiación, con lo que la muerte deja de simbolizar cualquier tipo de liberación de pagos. La presidenta del nuevo cotarro funerario, resume así el objetivo de su empresa de altos hornos: “Ofrecemos un nuevo comienzo a partir del recuerdo. Algo indestructible que es luz, bello y eterno; todo ello reflejado en un diamante”. ¿Un nuevo comienzo? En otras palabras, que después de un fogonazo, acabamos siendo lo que Marilyn Monroe describió como “el mejor amigo de la mujer”. Y como siempre hay peces para todos los anzuelos, uno de los clientes que ha picado, cuenta que ha decidido, en vida (dato importante), convertir sus cenizas en dos pequeños diamantes para sus hijas. “Creo que mientras exista el recuerdo, la persona vive. Si además existe algo tangible y que se pueda ver, el recuerdo es más perdurable”. Por lo tanto, si a una de las hijas en un descuido se le cae su papádiamante por el inodoro, la mitad del recuerdo de su quemado progenitor se habrá ido a la mierda. Con tantas incineraciones, estamos convirtiendo el planeta en un gran cenicero, y precisamente ahora, con la ley antitabaco, los ceniceros son objetos tan raros y excepcionales como un orinal. Si un fumador hubiese guardado toda la ceniza de todos los pitillos que se ha fumado entre pecho y espalda, hoy, cosecharía una interesante fortuna en diamantes. Si hoy se fuma su último cigarrillo, cosechará una fortuna aun más interesante: su salud. Todo lo que no sea eso, será estar adelantando nuestra conversión en lo único que nos separa de ser un diamante en bruto: las cenizas.

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